Según el director de Ciencias de la Salud de la Universidad UDIMA, no habrá vacuna contra la COVID19 antes de 2023

Una de las habilidades que más anhelamos los humanos desde el inicio de los tiempos es la posibilidad de ver el futuro para poder cambiarlo. Desgraciadamente, esto es solo algo exclusivo de la ficción fantástica y de ciencia ficción. Aunque la ciencia está cerca de alcanzarlo mediante análisis y diversas reflexiones. Debido a que el coronavirus es un agente relativamente moderno, contamos con poca información sobre él, por lo que solo es posible emitir proyecciones de una manera empírica. ¿A qué nos referimos con esto? Pues que gracias a la adquisición de conocimientos, la experiencia acumulada, la experimentación y la evidencia científica, podremos lograr un pronóstico.

‘¿Cuál es el futuro de esta pandemia?’ ‘¿Puede este coronavirus combinarse con el virus de la gripe y formar una mezcla más agresiva para el ser humano?’ ‘¿Puede este coronavirus mutar y hacerse más agresivo y letal?’ ‘¿Si este virus está mutando, puede alguna de las vacunas actualmente en desarrollo ser efectiva a largo plazo?’ ‘¿Hasta cuándo va a estar este coronavirus entre nosotros?’ Estas preguntas y muchas más son las que todo el mundo se hace y de las que interesa adivinar la respuesta.

Para intentar reflexionar y contestar a la primera pregunta, lo primero que hay que ver es ¿de qué armas se dispone para acabar con esta pandemia? La respuesta es desalentadora. No se dispone de terapia, ni medicamento específico con suficiente evidencia científica capaz de combatir la COVID-19. Tampoco se dispone de una vacuna eficaz, efectiva, segura, con un grado de inmunización robusto, para poder acabar con el SARS-CoV-2, y esta vacuna tardará como mínimo hasta el 2023.

Solo se dispone de medidas preventivas de salud pública, higiene de manos, uso de mascarillas, distanciamiento social y aunque muy poco utilizados a nivel global, de pruebas diagnósticas genómicas, moleculares y serológicas capaces de realizar un diagnóstico precoz y poder aislar y tratar al paciente infectado. En base a estas premisas el futuro es incierto y poco esperanzador. Además, el virus ha infectado a un porcentaje muy pequeño de la población y está lejos de ser alcanzada una inmunidad de rebaño.

Se está viendo que el SARS-CoV-2 prolifera en todo el mundo, en cualquier época del año. Si se basa en esta hipotética no estacionalidad, en la existente duración limitada de la inmunidad adquirida por el contagio con la enfermedad, en la protección cruzada encontrada como consecuencia de una infección previa con los coronavirus estacionales HKU1 y OC43 que circulan en el medio, se puede modelizar variedad de escenarios de futuro potenciales, siendo el más probable, al no ser la inmunidad permanente, que el SARS-CoV-2 se quede a convivir con la humanidad incorporándose como un quinto coronavirus estacional conocido de la raza humana.

Otra posibilidad es que, al ser los coronavirus de los virus con mayor capacidad de recombinación, puede darse el caso de mezcla de material genético con alguno de los otros cuatro coronavirus que actualmente acompañan y forme una especie nueva.

Como respuesta a la pregunta ¿puede este coronavirus combinarse con el virus de la gripe y formar una mezcla mucho más agresiva para el ser humano? La respuesta es más halagüeña, la probabilidad es prácticamente nula. Los coronavirus, aunque recombinan continuamente, es improbable que un coronavirus recombine con un virus de la gripe, al ser genéticamente muy diferentes. El coronavirus SARS-Cov-2 y los virus de la gripe pertenecen a familias distintas y su ARN tiene distinta polaridad. Es casi imposible que puedan llegar a recombinarse, pero hay que investigar más.

En contestación a si este virus está mutando, ¿puede alguna de las vacunas actualmente en desarrollo ser eficaz a largo plazo? La respuesta no es fácil. Cada vez que un coronavirus SARS-CoV-2 se multiplica realiza copias de su material genético (ARN), mediante una enzima polimerasa que actúa realizando copias a veces defectuosas y surgen mutaciones que pueden cambiar la virulencia o la capacidad de transmisión del virus, como de hecho ha ocurrido ya.

Estas mutaciones son favorables, ya que difícilmente estos cambios hacen a los virus más letales, al revés, los virus tienden a adaptarse al “hospedador”, van perdiendo virulencia, y se convierten en un patógeno estacional. El lado negativo, y esa es una predicción personal, es que al ir acumulando nuevas mutaciones podría darse la circunstancia de que las vacunas que se están desarrollando en la actualidad dejasen de ser útiles para nuevas variantes del SARS-CoV-2.

‘¿Hasta cuándo va a estar este coronavirus entre nosotros?’ Con ausencia parcial de datos, esta pregunta es de las más difíciles de contestar. Por un lado, las estadísticas publicadas no son creíbles, como dijo Mark Twain “hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas” y este gobierno es muy aficionado a las mentiras. Además, no existe homogeneización ni armonización en cuanto a la recogida y transmisión de datos.

Tampoco existen estudios serios y amplios de seroprevalencia, capaces de cuantificar el grado de desarrollo de anticuerpos e inmunidad. No se han desarrollado indicadores específicos del grado de infección y contagio de la población y se desconoce su grado de inmunización. Por todo ello hacer proyecciones y modelados matemáticos computacionales es algo imposible en el momento actual. No obstante, es muy probable que este coronavirus se quede a convivir con la humanidad de manera estacional.

No hay ninguna fórmula mágica contra el coronavirus. Se necesita tiempo para nuevos tratamientos y vacunas efectivas y esperar que surjan inmunizaciones cruzadas con los otros coronavirus estacionarios que aumenten la inmunidad.

Se necesita un gobierno responsable que no trate de ocultar los muertos derivados de su negligencia. Un gobierno que no manipule ni mienta con las estadísticas para poder realizar estudios epidemiológicos serios y seriados. Se necesita una Universidad y unos equipos científicos de investigación fuertes, equipos de investigación multidisciplinares que estudien tanto la tasa de infección y contagio como la seroprevalencia. Equipos integrados con capacidad de análisis del Big Data sanitario y con potencialidad para investigar y desarrollar nuevos métodos diagnósticos, tratamientos y vacunas.

Se necesita una estructura integrada para la investigación a nivel europeo de manera conjunta, no de manera aislada, con la participación de todos los Estados miembro. Solo así, dejando de especular e intentar adivinar, se podá seguir avanzando en la línea iniciada por Descartes del determinismo científico y se podrá llegar a buscar una solución no política, si no científica a la pandemia.

Para finalizar recordar una cita de Charles Dickens en A Christmas Carol: “Are these the shadows of the things that Will be, or are they shadows of things that May be?, lo que en español viene a decir: ¿Son estas las sombras de las cosas que serán o son sombras de las cosas que pueden ser? Estas palabras son, como dice un amigo Jonathan Temt, Decano Asociado de Salud Pública de la Universidad de Wisconsin, las mejores que se pueden emplear como predicciones del futuro de la COVID-19 que hoy por hoy se pueden encontrar.

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